lunes, 29 de noviembre de 2010

"Hay otro mundo y está en éste"

“Hay otro mundo y está en éste”
                                                (Paul Eluard)

Sobre esta frase había que imaginar un mundo y escribir un cuento.


Cecilia imaginó un mundo debajo del mar, un reino habitado por sirenas, locales con cosas y muebles marinos para sus casas y al que tal vez, algún día, los humanos encuentren.



UN CUENTO NO TAN CUENTO



Un hermoso día de verano, muy caluroso por cierto, estábamos de vacaciones con mi familia y vi un cartel que decía: “Clases de buceo”.


Le pedí a papá que me acompañe. Entramos y enseguida decidimos salir con un guía.


Mi mamá, mi hermano y mi hermanita esperaron en una confitería.


Estaba ansiosa por encontrar estrellas gigantes en el fondo del mar.


Embarcamos en una lancha. En el medio del mar se detuvo y nos sumergimos. Vimos unas cosas maravillosas. Estaba tan entusiasmada que me alejé sin querer y me perdí. Tuve miedo. No veía a papá ni al guía. De repente di un giro y una sirena, parecida a una princesa por su belleza, me dijo:


-Pequeña, ¿cómo te llamas?


Asombrada le contesté:


-Cecilia.


-¿Y qué andas haciendo?


-Estoy perdida.


Me invitó a conocer su reino. No puedo explicarles la cantidad de sirenas que había. No quería volver. Jugamos y charlamos. Me hubiese encantado quedarme allí. De repente mi tubo de oxígeno se agotó y me desmayé. No me pregunten cómo llegué a la orilla. Mejor dicho, sí lo sé. Mi amiga la sirena me tomó en sus brazos y me sacó del agua.


Papá y el guía me dijeron:


-Cecilia, ¡qué suerte! ¡Estás bien! ¿Cómo llegaste aquí?



(Escrito  y collage de Cecilia Fitz Patrick)



















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Por su parte, Carola imaginó un mundo de seres invisibles: personitas que no vemos pero juegan, duermen, comen y siempre están al lado tuyo como ángeles de la guarda.


LUCILA Y LOS AMIGOS INVISIBLES



Durante el verano pasado se descubrió la existencia de seres invisibles.


La historia comienza así:


Lucila estaba muy aburrida en su casa.


Un día, sentada en el sillón, escuchó un ruido extraño que venía del jardín.


Cuando salió, sorprendida, vio que las hamacas se balanceaban, los “sube y baja” subían y bajaban y que las bicicletas andaban por sí solas.


Lucila se escondió detrás de una piedra, aterrorizada, cuando de repente oyó una “vocecita” que decía:


-¡Ven a jugar conmigo” Vinimos a estar con vos para que tengas una tarde divertida. Somos seres invisibles.

Desde ese día se puede ver a Lucila jugando sola. Aunque todos sabemos que no está sola sino… acompañada.

                            (Escrito y dibujado por Carola Hermoso)
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Lorenzo imaginó un mundo de gigantes:

LA MARAVILLOSA TIERRA DE HOTZEN



Justo adentro muy adentro de este mundo, pero muy escondida, se encuentra la maravillosa tierra de Hotzen.


En el pueblo formado por grandes casas y grandes calles se encuentran los únicos quince habitantes.


Entre ellos está Trunk, el gigante que los lidera y los alimenta para que puedan vivir sin ser vistos.


Pero un día Trunk descubrió que tenía una grave enfermedad.


Los catorce restantes tenían mucha hambre y miedo.


Una tarde se encontraron con un explorador llamado Michael. Los gigantes le contaron lo que les estaba pasando.


Él se sintió atraído por ellos y decidió ayudarlos. ¡¡Michael era médico!! No solo les brindó alimentos sino que también logró curar a Trunk, quien se sintió muy agradecido.


Así comenzó una nueva historia entre los gigantes de Hotzen y este mundo.


Ya los gigantes no están solos.


                (Escrito y dibujado por Lorenzo Devincenti)
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Valentina imaginó un mundo de pequeñas personas en una ciudad de dulces:




¡LA CIUDAD DE DULCES!



Existía una ciudad de dulces, donde vivían pequeñas personas, con casas de bombones, calles de turrones, plazas de confites.


Eran personas pequeñas, muy felices.


Hasta que una mañana sucedió algo terrible: habían escuchado hace años que por otras generaciones que no cuidaron el medio ambiente, la capa de ozono, el sol iba a atacar muy peligrosamente.


Así fue. Esa mañana apareció el sol más fuerte que nunca y empezó a derretir los cerros de chicle.


Se desesperaron todos los pequeños y corrieron a la plaza de confites para reunirse y pensar cómo solucionarlo.


A Atilio, un pequeño fumador, se le ocurrió la gran idea. Así fue que empezó a fumar, fumar, fumar hasta lograr una gran nube de humo que tapó al sol.


Y dejó de derretirse la ciudad de dulces.


Pero la solución no era para siempre ni muy sana. Era solo por el momento. Tuvieron que pensar. Decidieron mudar la ciudad más al sur, donde el frío era más fuerte y potente. Aquel sol que sí o sí aparecería no podría derretirla.


Así fueron felices estas pequeñas personitas de la ciudad más dulce del mundo.

Y vivieron felices por siempre.
 (Escrito y dibujado por Valentina Pérez D´Agostaro)
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Maximiliano imaginó un mundo en el que las tarántulas son medio de transporte:




TARAN WORLD



Mi mundo es muy grande. Está lleno de insectos gigantes.


Mi tarántula se llama Tula. Su apellido es Taran.


Vive en mi mansión y come moscas.


Todos los días me lleva a la escuela en “limitara”.


Pero un día hubo un problema: tuvo un paro cardíaco y no había quién le haga respiración boca a boca.


Le hicieron un funeral.


Lloré por cada una de sus peludas patas.

(Escrito y dibujado por Maximiliano Criado Braun-Beustrin)





jueves, 4 de noviembre de 2010

Un cuento imaginado por Mateo


Mi perro electrónico



Yo tengo una perra Labrador. Se llama Fiona. Le gusta mucho saltar, correr y jugar. Salí a pasear con ella y vi un cartel gigante en la pared de un edificio. Decía: “Se vende perro electrónico”.

Entré al local y me lo compré. Perdí toda mi mensualidad. Salió 10.000. Era negro. Tenía facha electrónica.

Se lo presenté a Fiona. Le encantó.

Llegamos a casa. Le conté a mi mamá. Me dijo:

-¿Quién lo paseará? ¿Quién le dará de comer?

-¡Es electrónico! ¡No necesita de esas cosas!

-¿ES ELECTRÓNICO?

-¡Sí, claro! Por eso salió diez mil pesos.

-¿SALIÓ DIEZ MIL?

Fiona y Shrek salieron a jugar. Yo también. Se me tiraban encima y me lamían. El lamido de Shrek eran chispitas.

Después jugamos con la pelota. Me resbalé, me golpeé la cabeza y me desmayé. Shrek me agarró con sus patas electrónicas y me llevó a la cama. Me lamió la cara y me desperté rodeado de chispitas.

¡Ahora tengo un nuevo amigo!



Mateo Buzzi